28 de agosto de 2008

¿Y yo qué coño hago aquí?

Ellos tienen la culpa. Todos ellos tienen la culpa. Esos cabrones estaban manoseando mis cosas; las cogían, se las llevaban, las usaban y me las devolvían hechas una mierda —cuando me las devolvían—. Y no me refiero a trastos, pertenencias ni posesiones materiales. Me refiero a mi acervo de bobadas, mi reino de despojos, mi pequeña parcela de individualidad, mi ego sum, mis ideas de colores y también de las grises, e incluso mis desórdenes psicológicos. ¡Todo les encantaba! Eran como una panda de yonkis buscando objetos brillantes a las tres de la madrugada en un 24/7. Sí, exactamente así eran. No podría decir otra cosa de ese puñado de estúpidos y bobalicones. Creo que ni siquiera eran muy conscientes de lo que hacían. Pero lo hacían. Y a mí me jodía un montón. En estos tiempos locos le roban a uno hasta la arena de los bolsillos.

Como un adolescente uraño, con roña bajo las uñas, con las encías inflamadas, la misma ropa desde hace siete días, sin afeitar, sin lavar, encerrado en un cuarto oliendo a sudor rancio —bueno, en realidad justo ése soy yo— y con un matamoscas en la mano, trataba de espantar a esos bichos que zumbaban a mi alrededor. ¡Fuera! ¡Fuera de aquí! ¡Dejadme en paz!

Zas, de vez en cuando espachurraba a alguna contra el cristal. Pero las demás ni se inmutaban. Seguían ahí zumbando, posándose y succionando. Después se iban a algún rincón del cuarto, a descansar y a dejarme sus caquitas. Y volvían con más hambre. Yo más o menos resistía y me aguantaba. Supuse que era el precio de oler a mierda; que atraías a las moscas.

Hasta que un día las malditas moscas empezaron a posarse sobre la misantropía. Entonces decidí que era hora de que mi misantropía y yo nos mudáramos al oeste.

Y por casualidades; por misantropía, por moscas o por mierda, aquí he acabado. Como dijo el viejo: “Todo resulta muy extraño. Piénsalo: si no le hubiesen borrado la polla y los huevos al Niño Jesús, no estarías leyendo esto. En fin, que te diviertas.”

27 de agosto de 2008

Llamando a Niño Jesús

—Probando, probando. Niño Jesús, ¿me recibes?
—¿No estarás chupando sapos otra vez, no?