11 de diciembre de 2008

Grandes momentos de la ciencia

Los chicos inteligentes de la universidad aprendieron la hibridación de orbitales. Después decidieron aplicarla a los días de la semana para dar lugar al juernes; un nuevo día de fiesta donde alcoholizarse hasta olvidar todo lo que habían aprendido.

7 de diciembre de 2008

¿Quién ha robado el porno?

Un año más los estudiantes se acomodaban a sus habitaciones de la residencia. Cada uno procuraba lo mejor posible estar como en casa. Odio a casi toda la gente de la residencia, pero tengo que decir que me encanta mi cuartucho. Tengo un viejo ordenador portátil con la pintura de las zonas donde apoyo las manos desgastada por los años de contacto y sudor. Tras instalarme en la habitación lo puse sobre la mesa, lo abrí y lo encendí.

Tenemos una red inalámbrica en toda la residencia. Esa red necesita unos códigos de acceso. Ahí empezó el primer problema; no los teníamos. El director, que era el que nos los tenía que proporcionar, no hacía más que darnos largas; y los tuentiadictos y yo perdíamos la calma progresivamente. Entonces un tío de estos de los que sabe-dios-por-qué se entienden a las mil maravillas con los ordenadores nos consiguió los códigos. Primer problema resuelto.

¿Qué fue lo primero que hice? Buscar porno fresco. Y ahí llegó el segundo problema, el verdadero problema, ése que iba a causar el fatídico flash blanco y cegador. Los burócratas hipócritas que tienen el disco duro lleno de porno habían decidido que nosotros, mayores de edad, no debíamos ver porno. Y por eso una y otra vez mis demandas de porno eran rechazadas con aquella lapidaria serie de palabras:

Access denied. Content filter: Pornography


Me sentía como algún personaje salido de las manos de Kafka. Aquel pantallazo era una puñalada en el alma; y sobre todo una patada en los huevos. Bien —me dije visiblemente desesperado—, no nos desesperemos, puede que esto tenga solución, vamos a... mmmm, no sé, revisar el correo.

Después de aburrirme rápidamente del internet no pornográfico me masturbé con el porno de mi disco duro, notando ese regustillo amargo de saber que aquello no podía durar eternamente. El porno de mi disco duro —aunque abundante— es limitado.

Tras algo más de dos semanas mi porno estaba ya totalmente usado y desfasado. Como esas tristes revistas que hay en las salas de espera de las clínicas dentales. Ya no podía ignorarlo más, el problema estaba delante de mis ojos; en los cereales del desayuno, en los culos del autobús, en las miradas de mis compañeras de clase, en las cervezas de las camareras, en las putas de las calles y en mi cuarto solitario.

—Sí, creo que este viernes iremos al cine.
—¿Qué has dicho? ¿Has dicho porno? Necesito porno. Porno, porno, porno.

Necesitaba porno fresco. Los vídeos del disco duro me los sabía ya de memoria. Nadie era capaz de darme una solución. En la residencia casi todos se mostraban demasiado recatados para admitir que ellos también necesitaban porno. Yo, mientras tanto, iba perdiendo la cabeza.


El otro día estaba tan desesperado que cogí el Atlas de Anatomía y me puse a ver vaginas. ¿Cuánto tiempo podré aguantar así? La violación cada vez me parece una opción menos disparatada, y mis ganas de matar van en aumento.

¿Tienes un remedio contra las redes inalámbricas con el porno restringido? Porque eso sería maravilloso.