27 de enero de 2011

El sonido del universo

Estaba en la biblioteca estudiando, como hago día tras día desde hace dos semanas. Estaba leyendo unos apuntes sobre el metabolismo de los hidratos de carbono y su principal patología asociada, la diabetes. Los apuntes eran fotocopiados, el trazo negro y sucio. Encima de cada folio había un eslogan. Decía: "Sé el médico que quieres ser. Sé médico militar.". No lo creo, amigo. A pesar de mi admiración estética por la disciplina castrense, no me atraía el ámbito militar por lo que representa para la historia reciente y actual de este país. Los militares se colaban en mis apuntes porque el año pasado estuvieron en la facultad intentando captar adeptos, y ofrecían fotocopias gratis a cambio de que las hicieras en sus folios propagandísticos. Así que en ésas andaba yo, con los trazos negros y sucios y el eslogan de los militares, con los codos sobre la mesa, y las manos ahuecadas sujetándome la cabeza a la altura de las orejas.

Fue en un momento de concentración cuando lo oí. Ya lo había oído otras veces, de maneras mucho más directas, pero ésta vez me sorprendió porque apareció por sí sólo, de pronto en mis oídos. Es ese zumbido misterioso que se escucha cuando aplicas un vaso contra tu oreja, pero ahora había sido él el que se había presentado ante mí, no yo el que lo había buscado. Es un sonido imposible de transcribir. Es como fffuuuuuuuu, o como jjjjjjuuuuuu, o como una mezcla de ésas dos cosas y la respiración de Darth Vader.

Saqué mi pequeña libreta de notas roja y anoté:
"¿Alguna vez habéis escuchado lo que se oye al poner un vaso contra tu oreja? Es el sonido del universo."

Sí, porque me lo imaginaba como algo así como la radiación de fondo que está por ahí presente en todo el universo. Esto era como el sonido del universo, el sonido del vacío, la música de las esferas, el silencio del polvo de estrellas.

—Alex, mira, ponte la mano ahuecada contra la 0reja, a ver si oyes algo.
—... sí. Sí, sí. Se escucha como ffffuuuuuu. Mola.
—Sí, mola. ¿Qué será?
—No lo sé. ¿Lo vas a buscar?
—No, me gusta más así, sin saberlo. Me parece más bonito, más poético.

[Monólogo interior:
Luego... es cierto lo que decía Iturrioz, la ciencia puede llegar a acabar con la poesía.
—Nah, pero otras veces la ciencia puede ser muy poética.]

—Es como cuando te pones una caracola en la oreja, que escuchas el mar.
—Sí... ... Sí, sí, claro, ¡eso es!...

[Monólogo interior:
—¡Claro, eso es! La percepción de la gente está influida enormemente por la predisposición. Por eso, al ponerse una caracola en la oreja y oír ese sonido abstracto, creen que es el mar el que suena. Como decía Stanley Schachter, la interpretación viene de la situación.]

—¿Qué?
—Que la gente escucha el mar al ponerse una caracola en la oreja porque está predispuesta a interpretar ese sonido como el mar, pero en realidad es el mismo sonido misterioso de origen desconocido del que estamos hablando. Es como lo que decía Schachter, viene en los apuntes de Psicofisiología. O también como lo que decía Hoffman.
—¿Quién es ése?
—Albert Hoffman, el científico que parió el LSD en su laboratorio, toda una mente preclara sobre la relación del hombre con las drogas. Él habló de la importancia del contexto en las experiencias, viene en una de las lecturas complementarias de Psicofisiología: hablaba de cómo cuándo se tomó unos hongos alucinógenos mexicanos, el teonanáctl, la alucinación que vivió estaba compuesta por motivos mexicanos, porque él se había tomado esos hongos con esa idea preconcebida asignada por el entorno.
—Aaam. Entonces el sonido de las caracolas no es el mar, sino el mismo sonido misterioso del que estamos hablando.
—Ahá.
—Y no vas a buscar qué es, ¿no?
—No. Está mejor así.

Me vuelvo a posar sobre mis apuntes, los codos en la mesa, las manos ahuecadas contra las orejas: fffffuuuuuu...