30 de junio de 2009

Bioquímica

Se supone que yo debería estar ahora estudiando Bioquímica. Es un montoncito de apuntes que, poniendo folio encima de folio, llega a alcanzar un grosor similar al de cualquier best-seller infumable. Se supone, como decía, que yo debería estar estudiando Bioquímica; pero estoy leyendo un libro.

«Se cuenta que los adictos al sexo se vuelven dependientes de una química sexual creada para practicar el sexo continuamente. Los orgasmos llenan el cuerpo de endorfinas que matan el dolor y te tranquilizan. Los adictos al sexo en realidad son adictos a las endorfinas, no al sexo. Los adictos al sexo tienen unos niveles naturales inferiores de monoamina oxidasa. En realidad, los adictos al sexo lo que ansían es la péptido feniletilamina que uno segrega en situaciones de peligro, capricho pasajero, riesgo y miedo.

Para un adicto al sexo, tus tetas, tu polla, tu clítoris, tu lengua o el ojete de tu culo son chutes de heroína, siempre están presentes, siempre listos para usarlos. Nico y yo nos queremos tanto como un yonqui quiere a su dosis.

—¿Y si entra la mujer de la limpieza? —le digo.
Nico me sacude en su interior y dice:
—Oh, sí. Eso sería la hostia.»

Bueno, tampoco me he desviado demasiado.

25 de junio de 2009

Describa lo que vea en la imagen

Se trata de un examen sobre imágenes de células y todo eso. Estoy con Harvey sentado al final de la clase. Es una clase muy grande, de las de universidad de toda la vida. Estamos aquí atrás porque ya hemos hecho el examen, pero no podemos salir para no contarles a los que están fuera, que aún tienen que entrar, lo que hemos visto. Esto se hace para... “garantizar la homogeneidad de los resultados”, como ha dicho Él. Él está ahí delante, subido en lo alto del entarimado, explicándoles a los demás las imágenes que ya nos ha explicado a nosotros. Los demás describen lo que ven. Yo los describo a ellos. Con sus caras de concentración, escribiendo, intentando atinar con la descripción de las células.

Todo este rollo de que tengamos que esperar se debe a... “un efecto nocivo de las insuficientes infraestructuras de las que disponemos”, como ha dicho Él. Si tuviéramos más aulas disponibles el examen lo habríamos hecho todos los alumnos a la vez. Pero no. Aquí estamos. Aislados. Como esos jurados populares americanos de las películas, encerrados en una sala con un gordo insoportable sudando como sudan los gordos insoportables. Yo sería el tío delgadísimo hasta parecer enfermo, que trata de convencer a todos de que el negro es inocente, y que termina totalmente desquiciado y con unas ganas horribles de clavar una pluma estilográfica que hay encima de la mesa en la enorme panza del gordo. Y llenarlo todo de epitelios del intestino, de porciones del omento mayor, y de masas deformes y apestosas de tejido adiposo. Dios, cómo odio a ese gordo.


Harvey me pregunta que quién es ese gordo. Le digo que no es nada, que sólo estaba desvariando. Buen tipo este Harvey. Es una de las personas que me hizo incumplir mi firme propósito de no hacerme amigo de nadie. Sencillamente, hay gente demasiado buena por el mundo como para ignorarla. No es posible, sencillamente. Ahora Harvey me está acariciando el pelo haciéndose el drogado. Me mira poniendo la mirada perdida y me dice que qué pelo más negro tengo, que cómo puede ser tan negro. Sí, ése soy yo.

Escribo todo esto para matar el tiempo, y porque me aburro. Le quité el folio a Harvey, que estaba dibujando en él a la compañera de delante desnuda. No dibuja muy bien. Bueno, a muchos nos pasa lo mismo. Tienes la imagen definida en la cabeza, pero luego eres capaz de dibujar poco más que los globos que corresponden a las tetas. Tetas, tetas, tetas... estoy escribiendo. Casi no pienso, porque todo lo que estoy pensando lo estoy poniendo aquí. Esto es mi pensamiento. Si nos oyéramos unos a otros los pensamientos pensaríamos que estamos locos. Probablemente así sea.


Quizá nos quedemos al final de la clase. Para practicar esa tortura masoquista de los estudiantes de ver en qué hemos fallado. Él va a ser quien nos lo diga. Va a poner las imágenes y nos va a mostrar su juicio, nos va a mostrar la verdad. Escucha al hombre sabio. ¿Qué quién es Él? Él es el Maestro. Con su halo brillante alrededor como un glucocálix fluorescente. Yo miro las imágenes de células e imagino que salto en una cama elástica, que es una membrana celular; con su turgencia proporcionada por las moléculas de colesterol, los ácidos grasos de cadena corta, el número de instauraciones... Boing, boing. Soy la célula defectuosa de un decrépito cuerpo social. Un cuerpo social que se necrosa con su belleza aparente y su perfección. No me asusta pensar en la soledad y el silencio. Los busco desesperadamente. ¿Por qué coño no se calla todo el mundo?

Se supone que tenemos que estar callados para que el último grupo termine su examen sin ser molestado. No sé cuánto tiempo llevamos ya esperando. Ya falta poco. Estamos todos muy juntos sentados en pupitres muy juntos al final de la clase. Yo estoy en el rincón. Así sólo estoy en contacto con Harvey, a mi izquierda, y con la compañerita atractiva, la de las tetas, delante.
Y ahora esto se acaba, porque ya he rellenado todo el folio de porquerías.