2 de octubre de 2008

Hay un extraño en la 515

El lunes pasado llegué a la residencia de estudiantes donde me voy a alojar, como mínimo, durante los próximos nueve meses. En recepción me dieron la llave de mi habitación.

—¡Qué suerte! La 515, un número capicúa. Mira, así te acuerdas bien de dónde es.

Es el típico comentario absurdo que te suelta una recepcionista que tiene que entregar ochenta y tantas llaves; al menos con la mía tenía algo más o menos ingenioso que decir. Por otra parte la mujer tenía razón. No por lo de que se me vaya a olvidar cuál es mi habitación —que no digo yo que no pueda pasar— sino porque la habitación era cojonuda. Era todo lo que yo había querido siempre. Tenía dos armarios, una cama, dos mesas, dos estanterías, un corcho y una ventana desde la que podía ver un mar de edificios en el que sobresalían algunas grúas. Esos pocos metros cuadrados eran ahora mi hogar, mi propio cuartucho. Donde podría dar rienda suelta a mi inadaptación social.

Cuando entré estaba asquerosamente impoluto y vacío, y con esas paredes blancas y desnudas, sin ninguna mísera mancha de humedad. Demasiado frío. Abrí las cerraduras que milagrosamente sujetaban la gran cantidad de material que encerraban las maletas y todo se desparramó por los mil rincones del cuarto. Unas botellas de cerveza en la estantería, ropa en el armario, sábanas en la cama, chinchetas en el corcho, posters en las paredes, flexo, folios y bolis en la mesa... y en la otra mesa mi viejo ordenador portátil. Así está mejor. Mucho mejor.

Miré alrededor y acto seguido dejé caer mi cuerpo sobre la cama, que respondió con un suave crujir de muelles. Exhalé una bocanada de satisfacción. Me dije a mí mismo que todo estaba bien ahí dentro. Después me levanté; abrí la ventana, observé la ciudad y, con las manos agarradas aún a los marcos y el pecho lleno de aire nuevo, me dije a mí mismo que a mis espaldas todo estaba bien, y que por delante también estaba todo bien.

5 comentarios:

Tara dijo...

Por qué dos mesas, dos armarios y dos estanterías? un trío de dobles coincidencias en una habitación con un dúo de cincos separados por el espacio redondeado del cero...
dualidades que encajan también con tus personalidades doblemente diferenciadas...
el vaquero, el estudiante...
una realidad distorsionada por el espejo...
y qué imagen tan fantástica!! tu cuerpo abriendo la ventana y poniendo en relación tu pasado con tu futuro...

todo dualidades!!!
felicidades por semejante habitación!!

Martina dijo...

Tu autismo está alcanzando niveles encantadoramente peligrosos.

maloles dijo...

Todo bien?
Me alegro.
Y te envidio, la verdad; ojalá pudiese tener yo un cuarto para mí sola, lejos de todo, perdida en una ciudad.
Sería genial.
En fin, mucha suerte!

Mua*

K* dijo...

Yo seguramente te hubiera soltado el pareado seguido de una risa estúpida.

Menos mal que no soy recepcionista...

Parece que has empezado bien el año -porque para los estudiantes los años empiezan a finales de septiembre-, a ver cómo sigue esa nueva vida.
Seguramente las estanterías intimen y aumenten el número.
Separa las mesas y los armarios no sea que les de por hacer lo mismo.


Hoy en día el autismo está demasiado valorado, ya lo dice Fito: "muy pocas personas, demasiada gente"

¡Un beso!

Martina dijo...

A mí siempre me ha gustado más la rima en ocho. Claro que tenían que estar ahí los estúpidos J.J.O.O. para quitarme el protagonismo.