27 de octubre de 2008

Silencio, resaca y suciedad en el New Yorker

Ayer a las cuatro llegué a la puerta del New Yorker; estaba cerrada. Miré alrededor y encontré al dueño sentado en unos escalones, abatido y con las manos en la cabeza.

—¿No vas a abrir?
—Lo he intentado; pero he mirado un poco dentro y lo que he visto me ha echado para atrás. Así que estoy aquí sentado a ver si se me pasa un poco la resaca.
—Pues yo venía en busca de algo para calmar al estómago.
—Bueno, dame un segundo y te abro.

Estaba en silencio y a oscuras. Sólo se oía el ruido de la nevera, totalmente nuevo para mis oídos. Entonces las luces fluorescentes se encendieron a tirones, con desgana, iluminando un panorama desolador. Vasos medio llenos y vasos medio vacíos por todas partes. Algunos cocktails se habían cortado, dando lugar a la aparición de cosas desagradables flotando en ellos. Las sillas estaban en lugares inverosímiles, volcadas o de pie. Los charcos de alcohol de la noche anterior aparecían ahora resecos y pegajosos. En realidad todo estaba pegajoso, era una película que lo cubría todo. El alcohol se bebe, después se filtra por los poros y acaba impregnándolo todo; es el ciclo del alcohol. Cada paso en ese suelo era una odisea. Había que hacer un gran esfuerzo para conseguir despegar las suelas. Creo que necesitaba unos zapatos de golf.

Me senté en el taburete y pedí lo de todos los domingos (desde hace dos domingos). Mientras pasaba por mi mente la posibilidad de atizarle un buen palo a Mr Resaca y robar la caja me llegó mi batido de chocolate; con nata, sirope y dos pajitas. Rápidamente deseché aquella idea para ponerme a pensar tonterías sobre la soledad y las dos pajitas. Mientras tanto Frank se agarraba como podía al palo de la escoba y trataba de barrer. Si era difícil andar os podéis imaginar lo divertido que era barrer.

Sorbí mi batido hasta que empezó a hacer ese ruido tan molesto que hace cuando ya no queda casi nada en el fondo del vaso. Si eres tú mismo el que lo hace no es nada molesto; se transforma en uno de los pequeños placeres de la vida.

—Bueno, te dejo aquí con esto, que veo que tienes lío.
—Espera, que yo también me voy; ya limpiaré mañana. Definitivamente hoy me tenía que haber quedado en la cama.

Cogió un folio y garabateó algo. Cuando salimos cerró y lo pegó en la puerta.


Cerrado por descanso del personal.
Disculpen las molestias.

Firmado: la dirección.

6 comentarios:

BLIS dijo...

jajajajaja
dejalo asi
por favor
xD

maloles dijo...

xDDDDDDD

Sam Sayer dijo...

Ya lo he visto, ¡te encanta Tom!
Ya sabes que sería un plagio, si Mark Twain se levantara de su tumba me cortaría la cabeza estilo Sleepy Hollow.

(Por cierto, se llamaba Samuel, y no son coincidencias).

Me siento como Colin Friels en Dark City.

Sam Sayer dijo...

¿Por qué cuando lo enlace?

Sam Sayer dijo...

Creo que ya te dije algo un día sobre universitarias.

Maletín o bolsa de deporte,
lo que importa es el importe,
el transporte
da igual.

beu dijo...

ahora cuando?

pd: me gusta el ruido que hace mi nevera al abrirse y la luz que irradia y verla llena a rebosar; es toda una satisfacción.